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Vivir en las sombras ¿hasta cuándo?

  • Foto del escritor: Cicuta Noticias
    Cicuta Noticias
  • hace 8 horas
  • 3 Min. de lectura

Por Daniel Lee Vargas

Ciudad de México 15 mayo 2025.- Vivir lejos de casa nunca es sencillo. Hacerlo en un país que te margina sistemáticamente por tu lengua, color de piel o estatus migratorio es, sencillamente, heroico. Esta es la realidad cotidiana de millones de nuestros paisanos en Estados Unidos.

Hombres y mujeres que cruzaron una frontera —geográfica, cultural, legal— en busca de una vida mejor, y que a menudo se encuentran atrapados entre el miedo, la desinformación y la indiferencia institucional.

Ante el abandono de los Estados, tanto del que los vio partir como del que los recibe, han sido las organizaciones civiles las que han salido al frente, no como un parche, sino como una respuesta estructural al fracaso de las políticas migratorias y de integración. Estas instituciones son, hoy por hoy, el verdadero muro de contención contra la violencia legal, la exclusión y la precariedad que enfrentan millones de mexicanos en Estados Unidos.

Ante ello, conviene que nuestros connacionales sepan esto:

Organizaciones binacionales como Fuerza Migrante juegan un papel estratégico, transformador y profundamente necesario en la defensa y empoderamiento de los mexicanos que viven en Estados Unidos. A diferencia de organizaciones exclusivamente locales o gubernamentales, su enfoque transfronterizo les permite articular acciones entre la sociedad civil, el gobierno mexicano, y actores clave en Estados Unidos, generando puentes reales y eficaces entre ambas naciones.

Fuerza Migrante no solo defiende derechos o acompaña casos individuales, sino que promueve una agenda estructural, enfocada en incidir en políticas públicas tanto en México como en Estados Unidos. Esto es vital, porque la migración no termina al cruzar la frontera: empieza ahí una vida en condiciones desiguales, en la que la falta de representación política y legal puede ser mortal.

Esta organización binacional es dirigida por Don Jaime Lucero, un reconocido líder migrante mexicano radicado en Estados Unidos. Originario de Puebla, Lucero emigró a Nueva York en la década de los 70as, donde comenzó trabajando en lavanderías industriales antes de fundar su propia empresa, Gold Line, una compañía de distribución de ropa que se convirtió en un referente de éxito empresarial entre la comunidad migrante.

Por otra parte organizaciones como MALDEF han entendido que sin acceso a la justicia, no hay democracia posible. A través de litigios estratégicos y la defensa de derechos civiles, MALDEF se ha convertido en un escudo legal que combate la discriminación estructural y defiende el derecho de los migrantes a ser tratados con dignidad. Su trabajo ha sido crucial en frenar leyes estatales xenofóbicas y en garantizar que la educación y el trabajo no sean privilegios reservados solo para quienes nacieron del lado "correcto" de la frontera.

Por su parte, CHIRLA no solo brinda orientación legal y acompañamiento comunitario; también articula una narrativa distinta, una en la que el migrante no es una amenaza, sino un pilar que sostiene la economía y la diversidad cultural de EE.UU. Su labor ha logrado influir en políticas públicas, presionar por una reforma migratoria justa y poner rostro humano a estadísticas que, sin ellos, permanecerían frías y distantes.

Desde México, el Instituto de los Mexicanos en el Exterior (IME) deja mucho que desear, apenas representa un intento de puente institucional; esta instancia a cargo de Tatiana Clothier, desgraciadamente ha dejado abandonados a quienes han sido históricamente olvidados. A través de los consulados, el IME está ausente, no hay una auténtica asistencia gubernamental real. Al gobierno federal parece no importarle. Si en la gestión de Andrés López Obrador no eran ni tantito importantes nuestros paisanos, menos lo son en la actual administración, pero en fin...

En contraste, organizaciones como la United We Dream han revolucionado la defensa migrante al poner en el centro a los jóvenes indocumentados. Han convertido la rabia en activismo, el miedo en organización, y el silencio en exigencia. Luchan no solo por su supervivencia legal, sino por su derecho a soñar, a estudiar, a vivir sin tener que esconderse. Ellos han convertido el “No papers” en un grito de orgullo y resistencia.

Lo que estas organizaciones nos enseñan es que no basta con sobrevivir. Que ser migrante no debe equivaler a vivir en la sombra. Y que la lucha por la dignidad no puede depender de coyunturas políticas ni de gestos simbólicos: debe institucionalizarse, financiarse y fortalecerse.

El gobierno mexicano tiene una deuda histórica con su diáspora. No puede seguir delegando su responsabilidad en manos de la sociedad civil. Y el gobierno estadounidense debe dejar de criminalizar la migración y comenzar a verla como lo que es: una realidad humana, estructural y necesaria.

Mientras eso ocurre, estas organizaciones seguirán siendo faros en medio de la tormenta. Pero no deberíamos acostumbrarnos a que sean ellas, solas, las que carguen con la tarea de reparar un sistema que otros destruyen a diario.

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