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Gravar la esperanza, el nuevo ataque fiscal contra los migrantes

  • Foto del escritor: Cicuta Noticias
    Cicuta Noticias
  • hace 9 minutos
  • 2 Min. de lectura

Por Daniel Lee Vargas

Ciudad de México, 14 de mayo 2025.- Este martes 13 de mayo, un grupo de congresistas republicanos presentó con bombo y platillo el que han calificado como el “único, grande y hermoso” proyecto de Ley Fiscal, una reedición del credo económico de Donald Trump.

Bajo una retórica populista y patriotera, el plan promete desgravaciones para la clase media y alivios tributarios para pequeñas empresas, pero entre líneas revela su verdadera naturaleza: un nuevo embate contra la dignidad de los migrantes, en particular, los indocumentados.

Uno de los puntos más alarmantes es la propuesta de imponer un impuesto especial del 5% sobre las remesas enviadas por inmigrantes en situación irregular. Es decir, un castigo fiscal selectivo a quienes, a falta de derechos, solo les queda el esfuerzo. Esta medida, que ya genera una oleada de críticas por su sesgo discriminatorio, se inscribe en una estrategia de criminalización económica de los migrantes y de manipulación política del sentimiento nacionalista.

El proyecto lo deja claro: las remesas —el sustento de millones de familias en América Latina— serán objeto de recaudación forzada, bajo el argumento de que representan un flujo de dinero “hacia los inmigrantes ilegales y China”. Más allá de la inexactitud de esta declaración, el mensaje es nítido: en la narrativa trumpista, los migrantes no son seres humanos con historias de lucha, sino amenazas fiscales y geopolíticas.

No se trata solamente de economía. Gravar las remesas es gravar la esperanza. Es imponer un tributo al acto más noble de un migrante: enviar lo poco que tiene para sostener a los suyos. El 5% que pretende embolsarse el fisco estadounidense no es una cifra neutra; es un símbolo de desprecio. Es una política fiscal disfrazada de reforma, pero nutrida de prejuicio y cálculo electoral.

Además, la propuesta abre peligrosos precedentes. ¿Con qué criterios se determinará quién es un migrante “ilegal”? ¿Qué mecanismos de verificación utilizarán las compañías de transferencia? ¿Qué protección tendrán los derechos de privacidad financiera de los migrantes? La medida no solo es discriminatoria, sino impracticable sin vulnerar garantías fundamentales.

Lo más inquietante es el silencio —cuando no la complacencia— de ciertos sectores que se benefician del trabajo de los migrantes, pero callan ante su persecución. Mientras se promete certeza fiscal para empresarios y agricultores, se legitima la exclusión para quienes recogen las cosechas, cuidan a los ancianos y limpian las ciudades.

Este impuesto no fortalecerá la economía estadounidense, como afirman sus promotores; solo afianzará un modelo de país que se define por lo que rechaza, no por lo que integra. Lejos de ser un proyecto “hermoso”, esta ley es el reflejo de una fea visión del mundo, donde los derechos se condicionan y la justicia se fiscaliza.

A propósito; si alguien puede recordarle a Tatiana Clouthier el significado del servicio público, sería muy bueno, porque la cercanía con las comunidades en el exterior no está en las fiestas. En Redwood City, la directora del IMME se le vio muy contenta en una colorida fiesta organizada por Casa Círculo Cultural (CCC), en la que hubo música, bailes, y la presencia de algunas autoridades locales.  Pero... ¿y la gente, nuestros paisanos?... En fin, que les digo.

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