Remesas y abandono: México otra vez tarde
- Cicuta Noticias
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Por Daniel Lee Vargas
Ciudad de México 22 de mayo 2025.- México nuevamente llegó tarde. No es una sorpresa, pero sí una tragedia reiterada. La amenaza de un impuesto a las remesas por parte del gobierno de Estados Unidos —impulsada desde el primer mandato de Donald Trump— no es una novedad, es una advertencia ignorada. Lo que está ocurriendo no es el inicio de un problema, es la consecuencia de años de omisión diplomática, desdén institucional y una relación disfuncional con nuestra diáspora.
Desde hace al menos ocho años, se planteó públicamente en Estados Unidos la intención de gravar las remesas. ¿Cuál fue la respuesta de México? Ninguna de fondo. No se tejieron canales de diálogo parlamentario ni se fortaleció la interlocución consular. No se articuló una estrategia binacional ni se levantó una defensa diplomática preventiva. Como en muchos otros asuntos migratorios, el Estado mexicano reaccionó solo cuando el daño es inminente.
Con premura la comisión de senadores que llegó a Washington y que extendió su cabildeo en California, parece ser solo para “dialogar”, y tomarse la foto. Qué se puede esperar del senador Alejandro Murat Hinojosa, todo puede apuntar que nada, lo mismo ocurrirá con el también legislador Juan Carlos Loera quien ya sostuvo reuniones en California con sus pares estatales. En el caso de ambos más que política exterior, parece un acto de relaciones públicas. Porque lo cierto es que la defensa de los migrantes no puede ser improvisada ni reactiva: debe ser estructural, constante y respaldada por hechos.
Cierto es que los migrantes mexicanos —documentados e indocumentados— contribuyen con miles de millones de dólares a la economía de EE.UU. Pagan impuestos, rentan viviendas, compran alimentos, y sostienen sectores enteros del trabajo informal. Pero también, cada mes, sostienen con sus envíos a sus comunidades de origen en México, en muchos casos abandonadas por los tres niveles de gobierno. Gravar las remesas es cobrarles dos veces: una en el país donde producen y otra en el país que los expulsó.
La gran mayoría de esos migrantes no vota, no aparece en los censos nacionales y no está en el centro de las prioridades políticas de México. Sin embargo, en términos concretos, su contribución financiera supera con creces la de muchos sectores privilegiados. En 2024, las remesas superaron los 63 mil millones de dólares. ¿Dónde está el aparato diplomático y legislativo que debería estar a la altura de esa cifra?
La retórica gubernamental sigue atrapada entre el paternalismo y la autocomplacencia. Se celebran récords de remesas como si fueran indicadores de éxito económico, cuando en realidad son síntomas de una economía expulsora. Se agradece el envío de dinero, pero no se construyen mecanismos permanentes de representación ni defensa para quienes lo envían.
Lo urgente, crear un mecanismo institucional de interlocución continua entre México y Estados Unidos: una diplomacia migrante que esté basada en los derechos y la justicia, no solo en la urgencia y la reacción. Y para ello, se necesita visión de Estado, no cálculo electoral.
Confiar en que el sistema de contrapesos de EU impedirá que avance el impuesto es, por decir lo menos, una apuesta irresponsable. No se puede descansar la soberanía nacional ni el bienestar de millones en la voluntad ajena. El tiempo de actuar era antes. Pero si algo nos deben las autoridades mexicanas, es que al menos esta vez no vuelvan a llegar tarde al futuro.
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