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Migrantes, entre la lucha, el sueño y el abandono

  • Foto del escritor: Cicuta Noticias
    Cicuta Noticias
  • hace 6 minutos
  • 2 Min. de lectura

Por Daniel Lee Vargas

Ciudad de México, 18 mayo 2025.- En el amanecer de cualquier ciudad mexicana, entre el bullicio del tráfico y las prisas de la rutina, hay miles de vidas que pasan desapercibidas: rostros marcados por el cansancio, cuerpos arrastrados por la incertidumbre, almas que cargan el peso de un destino que aún no encuentran. Son los migrantes. Son los olvidados. 

Cada día, mujeres, hombres y niños emprenden un viaje que no es aventura ni desafío; es una necesidad. Huyen de la violencia, del hambre, de un futuro que en sus tierras se volvió imposible. Algunos logran cruzar la frontera, aunque el precio es alto: trabajos extenuantes, explotación, el miedo constante a ser deportados. Otros quedan atrapados en México, en ciudades convertidas en prisiones, donde la burocracia y la indiferencia los condenan a la desesperación. 

Luis García Villagrán, activista y defensor de derechos humanos, advierte que en Tapachula y Tuxtla Gutiérrez hay más de 65 mil migrantes viviendo en condiciones inhumanas. Sin papeles, sin trabajo, sin certezas. Sus días transcurren entre un albergue sobrepoblado y las calles de una ciudad que los mira con desprecio. Sus noches son una mezcla de frío, miedo y sueños rotos. 

El éxodo no termina en la frontera. Del otro lado, en EU, los mexicanos que lograron cruzar enfrentan una realidad igual de dura; 5.1 millones de nuestros paisanos viven en el país sin documentos, con el temor de ser separados de sus familias, con jornadas de trabajo interminables y un trato que a menudo los despoja de su dignidad.

La Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza reportó que las muertes de mexicanos al intentar cruzar la frontera aumentaron 467% en cinco años, víctimas del calor abrasador del desierto, del río Bravo que no perdona, de las decisiones que desesperadamente toman para sobrevivir. 

Pero los números no son suficientes para describir lo que significa migrar. No pueden medir el terror de una madre que pierde a su hijo en el camino, ni la angustia de un joven que ve su futuro convertido en un muro de contención. No explican el dolor de quien deja atrás su tierra, ni el desarraigo de quien ya no pertenece ni allá ni acá. 

Cada migrante carga en su espalda una historia que merece ser contada, una lucha que merece ser reconocida. México, que hoy se jacta de ser un país de puertas abiertas, los ha convertido en cifras, en expedientes, en expedientes olvidados en oficinas gubernamentales. Se les olvida... No son números. Son vidas. Son sueños. Son familias. Que alguien se lo explique a funcionarios como Tatiana Clouthier, la flamante pero ausente directora del Instituto de Mexicanos en el Exterior, un órgano desconcentrado de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE).

Es momento de despertar. De mirar a los ojos a quienes nos piden ayuda y reconocer que la migración no es un problema, sino una realidad humana que requiere empatía, acción y compromiso. México debe decidir si seguirá siendo un muro o si, por fin, se convertirá en un hogar para quienes solo buscan una oportunidad. 

Porque nadie elige migrar. Solo elige sobrevivir. 

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