La nueva frontera del control con tecnología, migración y resistencia
- Cicuta Noticias
- hace 7 horas
- 2 Min. de lectura

Por Daniel Lee Vargas
Ciudad de México, 12 de diciembre 2025. La política migratoria de Estados Unidos ha mutado en algo mucho más oscuro que un aparato burocrático de deportación.
Hoy, la frontera ya no es una línea geográfica: es una arquitectura de vigilancia masiva construida por Silicon Valley. ICE funciona como una maquinaria de control demográfico basada en la agregación total de datos, la predicción algorítmica y la persecución selectiva de comunidades racializadas. El poder ya no reside en los agentes armados, sino en el software.
El corazón de esta maquinaria es Palantir Technologies, fundada por Peter Thiel, que provee el sistema Investigative Case Management, un cerebro central que reúne antecedentes penales, matrículas vehiculares, registros financieros, servicios públicos, direcciones IP y redes familiares. Esta interconexión permite a ICE construir perfiles detallados antes de cualquier operativo físico. El Estado ya no investiga a las personas: las diagnostica.
A esto se suma Clearview AI, cuyo reconocimiento facial opera con miles de millones de imágenes extraídas sin consentimiento de redes sociales. Un rostro captado en un estacionamiento o una protesta basta para activar una búsqueda invasiva. La ética es irrelevante: importa la eficacia del rastreo. Pero el problema más profundo es estructural. Los algoritmos aprenden de datos policiales marcados por racismo histórico. Al automatizar esos sesgos, los sistemas no solo reproducen prejuicios: los convierten en políticas públicas con apariencia de ciencia neutral.
Nada de esto sería posible sin la infraestructura crítica de las Big Tech. Amazon Web Services aloja los sistemas de ICE; Google y Microsoft proveen cómputo; y empresas que predican inclusión sostienen la deportación masiva como un negocio más del portafolio. Movimientos como No Tech for Apartheid han revelado la contradicción de una industria que vende diversidad hacia afuera mientras sostiene la maquinaria represiva del Estado.
Sin embargo, esta alianza empieza a fracturarse. Trabajadores del sector tecnológico han iniciado un ciclo de rebelión ética sin precedentes, organizando walkouts, cartas públicas y hasta sindicatos como la Alphabet Workers Union. Por primera vez, el conflicto laboral incluye un reclamo político central: el derecho de los trabajadores a impedir que su código se use para perseguir personas.
La resistencia desde abajo
Frente a ese aparato sofisticado, las comunidades migrantes han respondido con creatividad política y acciones directas capaces de interrumpir la cadena operativa de la deportación.
El caso de Carlos Roberto Montoya Valdez, jornalero que murió atropellado al huir de una redada cerca de un Home Depot, provocó una protesta ejemplar: una “compra hormiga” masiva. Cientos de activistas colapsaron deliberadamente las cajas al comprar y devolver productos de centavos para obligar a la empresa —acusada de permitir que sus estacionamientos fueran zonas de cacería— a enfrentar el costo económico de su colaboración con ICE.
A esto se suman tácticas comunitarias como seguir las camionetas de los agentes, activar alarmas con silbatos cuando ICE entra al barrio, crear mapas de redadas, o incluso bloquear físicamente arrestos. En Nashville, una cadena humana retuvo por horas una camioneta de ICE hasta lograr que liberaran a un padre y su hijo. Son formas de organización que colocan el cuerpo frente a la maquinaria del Estado, recordándole que el control absoluto no existe. Así esta nueva realidad... Hasta la próxima.
Sígueme en mis redes sociales: https://www.facebook.com/daniel.lee.766372/






