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Gesticulación de Trump

  • Foto del escritor: Cicuta Noticias
    Cicuta Noticias
  • hace 18 horas
  • 2 Min. de lectura

Jaime Flores Martínez

Miércoles 7 de mayo del 2025.- Aunque habrá quien asegure que es parte de su personalidad, lo cierto es que el lenguaje corporal del presidente estadounidense Donald Trump revela más que sus palabras.

Cada vez que Trump menciona a México —específicamente, a la presidenta Claudia Sheinbaum— su postura endurece, su mandíbula se tensa y su gesto se transforma en una mueca de desdén apenas contenida.

¡Su corporalidad no es fortuita!

Trump sabe perfectamente que en política, tanto el silencio como el gesto son parte del discurso.

Aunque eso, cuando Sheinbaum subraya que son llamadas telefónicas “cordiales” con su homólogo del norte, la realidad es que no lo son tanto.

Donald Trump rebate sin palabras, con el ceño fruncido y el pulgar en alto y sin subir decibeles promete “mano dura” en la frontera.

Alguien debe subrayar que el mensaje del gringo Trump no es ambiguo: El naranja le habla directamente a Sheinbaum, pero no a través del teléfono: Le habla desde el pódium, desde sus mítines, y lo hace para imponer agenda.

Lo ha hecho antes y lo está hace cada vez que puede.

Trump exige cada vez más control migratorio y mientras lanza la amenaza de incrementar aranceles o enviar críticas veladas a la “debilidad de los gobiernos latinoamericanos”, en realidad moldea la política mexicana por presión externa.

Y aunque busca mandarle un mensaje a su base, Claudia Sheinbaum sabe que Trump la tiene en un puño.

Cada declaración del magnate neoyorquino obliga a su administración a calibrar posturas, a reforzar operativos en el sur del país, a emitir comunicados que tranquilicen tanto a inversionistas como a migrantes.

No es coincidencia que tras cada declaración agresiva de Trump, el gobierno mexicano acelere reuniones, envíe mensajes conciliadores o insista en la “amistad histórica” entre ambas naciones.

La presidenta intenta responder con diplomacia, aunque en realidad maniobra frente a un oponente que desprecia las formas. Mientras ella habla de cooperación y respeto mutuo, Trump suelta frases incendiarias como “no nos van a invadir más” o “México debe hacer su parte”.

En el fondo Trump usa a México como moneda electoral y, de paso, alguien debe decir que lo utiliza como un espejo para proyectar liderazgo.

El verdadero diálogo entre ambos presidentes no se da en las llamadas privadas que Sheinbaum intenta destacar. Dicho diálogo da en público, en conferencias, en gestos y en amenazas veladas y allí Trump no debate: impone.

La presidenta mexicana, por ahora, sólo maquilla y a Trump no le importa exhibirla.

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