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Alligator Alcatraz: la nueva cara de la crueldad migratoria en EU

  • Foto del escritor: Cicuta Noticias
    Cicuta Noticias
  • 24 jun
  • 3 Min. de lectura

Por Daniel Lee Vargas

Ciudad de México, 25 de junio 2025.- En el corazón de los Everglades de Florida, uno de los ecosistemas más frágiles y emblemáticos del continente, se gesta una de las propuestas más alarmantes de la actual política migratoria estadounidense: la construcción de un gigantesco centro de detención apodado ya por activistas y defensores de derechos humanos como Alligator Alcatraz.

El proyecto, con capacidad para encerrar hasta 5,000 migrantes y un costo estimado de 450 millones de dólares anuales, no solo amenaza la vida y la dignidad de las personas migrantes, sino que representa un agravio directo contra la naturaleza misma.

Este centro estaría rodeado por pantanos infestados de caimanes, pitones invasoras y condiciones climáticas extremas. Lo que sus promotores han querido presentar como un “mecanismo disuasorio” para frenar la migración irregular, en realidad es una sofisticada operación de castigo y aislamiento. Lejos de ofrecer soluciones humanas o vías legales de regularización, Alligator Alcatraz se perfila como una cárcel a cielo abierto donde las personas serán condenadas por el simple hecho de buscar un futuro mejor.

La criminalización del migrante no es nueva en Estados Unidos, pero este proyecto eleva la vara de la deshumanización. Lo que se está construyendo en los Everglades no es solo un centro de detención, es un símbolo de cómo el aparato migratorio estadounidense ha decidido institucionalizar la crueldad como política pública.

Los migrantes mexicanos, que históricamente han sostenido la economía estadounidense desde los campos agrícolas hasta los restaurantes, son ahora los blancos predilectos de estas medidas. Familias enteras, muchas de ellas con años de residencia en el país, enfrentan la amenaza real de ser separadas y confinadas en lugares donde la vida misma está en peligro, no solo por las condiciones carcelarias, sino por la exposición a fauna salvaje y aislamiento absoluto.

El gobierno estadounidense está dispuesto a invertir 450 millones de dólares al año para operar este centro, mientras recorta recursos a programas de integración, refugio y asistencia humanitaria. Esta desproporción revela las prioridades reales: contener, expulsar, desincentivar, a cualquier costo.

Pero este costo no es solo financiero. El impacto ambiental sobre los Everglades será devastador. La construcción de un centro de detención de esta magnitud en un ecosistema protegido podría alterar irreversiblemente los hábitats de cientos de especies y contribuir al deterioro acelerado de una de las reservas más importantes del planeta. La ironía es brutal: se pretende castigar a los migrantes rodeándolos de un peligro natural que Estados Unidos debería estar protegiendo, no explotando.

Las familias mexicanas: entre el miedo y el olvido

En este escenario, las familias mexicanas en Estados Unidos son las más vulnerables. La nueva ola de redadas masivas, las deportaciones exprés y la cancelación de vías legales de asilo han dejado a miles de niños, muchos de ellos ciudadanos estadounidenses, en un estado de incertidumbre permanente. Padres separados de sus hijos, trabajadores detenidos en sus lugares de empleo y comunidades enteras paralizadas por el miedo, son parte del paisaje actual.

El dolor de estas familias rara vez se visibiliza. La narrativa dominante sigue etiquetando a los migrantes como amenazas, como números, como expedientes a eliminar. Lo que no se contabiliza es el costo emocional: los niños que se duermen preguntando por sus madres deportadas, las abuelas que crían a nietos huérfanos de padres vivos, las llamadas que nunca se contestan desde un centro de detención rodeado de caimanes.

México, ausente y tibio

Frente a este panorama, la respuesta del gobierno mexicano ha sido, como tristemente es costumbre, tibia y protocolaria. Declaraciones formales, notas diplomáticas que no trascienden y una estructura consular incapaz —o quizá no dispuesta— a brindar defensa real a sus connacionales. La indiferencia institucional mexicana es la otra cara de la tragedia.

Mientras el gobierno de Estados Unidos construye cárceles camufladas de disuasión, el gobierno mexicano parece resignado a ser un espectador. ¿Dónde están las comisiones binacionales? ¿Dónde están las estrategias legales y mediáticas para frenar este atropello? ¿Dónde está la defensa activa de las familias mexicanas que hoy temen salir a trabajar, ir al médico o simplemente caminar por sus calles?

Alligator Alcatraz no es solo un proyecto de infraestructura. Es la manifestación material de una política que busca aniquilar la esperanza, que convierte la migración en un crimen y la supervivencia en una sentencia. La frontera entre México y Estados Unidos se ha extendido simbólicamente hasta los pantanos de Florida, y es ahora más peligrosa, más inhumana y más indiferente que nunca.

Es urgente alzar la voz, lo hace de manera constante y consistente la organización binacional Fuerza Migrante, pero esta debe escalar mas a otras organizaciones civiles, el gobierno mexicano, los medios y las comunidades. Lo que está en juego no es solo el futuro de los migrantes mexicanos, es el rostro moral de todo un continente.

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