Con la victoria de Zohran Mamdani los migrantes también hacen historia en NY
- Cicuta Noticias

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Por Daniel Lee Vargas
Ciudad de México 6 de noviembre 2025.- ¡Y lo logró!, para muchísimos, de aquí y de allá, una excelente noticia... Zohran Mamdani, un joven de 34 años, musulmán y nacido en Uganda, fue electo alcalde de Nueva York., y así la madrugada de este miércoles 5 de noviembre quedará registrada como un punto de inflexión en la política migratoria de Estados Unidos.
Vayamos por partes: Su triunfo es más que una victoria electoral, es una fractura simbólica en el muro invisible que separa a los migrantes de los espacios de poder. Por primera vez, la ciudad más diversa del país será gobernada por alguien que encarna —en su biografía, su piel y su discurso— la experiencia del desplazamiento.
Su ascenso tiene un eco profundo entre los más de 12 millones de mexicanos que viven en Estados Unidos, Para ellos, Mamdani no es sólo un nuevo alcalde; es la confirmación de que los migrantes pueden pasar de ser mano de obra a ser poder político.
Su victoria ocurre en el corazón de una nación atravesada por la polarización racial y por la retórica antimigrante que Donald Trump ha reinstalado en el centro del debate nacional.
Mamdani habló con una elocuencia que no necesita traductores: “Nueva York seguirá siendo una ciudad construida por inmigrantes, impulsada por inmigrantes y, a partir de esta noche, liderada por un inmigrante”. En su discurso cabían todos los rostros que componen la urdimbre de la ciudad: la abuela mexicana, el taxista senegalés, la enfermera uzbeka, el tendero yemení. Cada uno es parte del mismo relato que Trump ha intentado borrar: el de una nación hecha, literalmente, por extranjeros.
El nuevo alcalde no proviene de la aristocracia política ni de las corporaciones. Su campaña fue sostenida por voluntarios, sindicatos, colectividades migrantes y jóvenes que creen que la política puede ser otra cosa: una herramienta de redistribución, de justicia y de reconocimiento.
Frente al cinismo de la vieja clase dirigente, Mamdani ofreció una promesa peligrosa por su sencillez: “Vamos a gobernar con el pueblo, no para él”.
El impacto de su victoria entre los migrantes mexicanos no es sólo emocional; es estratégico. En Nueva York, los mexicanos —sobre todo los poblanos— conforman una comunidad transnacional con redes familiares, económicas y culturales que vinculan barrios como Sunset Park o Corona con municipios de Puebla como Atlixco, Tehuacán o Huauchinango. En esas redes circula algo más que dinero: circula identidad, memoria y aspiración política.
La elección de Mamdani refuerza la conciencia cívica de esa diáspora. Les recuerda que el voto local importa, que la organización comunitaria puede traducirse en poder efectivo. Los migrantes, históricamente invisibles en los censos y subrepresentados en las urnas, comienzan a comprender que su fuerza colectiva puede alterar el tablero. No es casual que el nuevo alcalde haya dedicado su triunfo “a quienes nunca fueron escuchados”.
El triunfo de Mamdani es también una declaración de guerra política a Donald Trump, quien no tardó en responder desde sus redes sociales con el mensaje: “¡Y así comienza!”. El presidente republicano ha amenazado con retirar fondos federales a Nueva York, militarizar barrios y endurecer los controles migratorios como represalia.
La confrontación parece inevitable: un presidente obsesionado con las fronteras frente a un alcalde que las derrumba desde el interior.
Pero lo que está en juego no es sólo una disputa de poderes, sino una batalla por el sentido del país. Mientras Trump encarna el intento de restaurar una América blanca, cristiana y homogénea, Mamdani simboliza una nación plural, diversa y en constante reinvención. Su figura tensiona el mito fundacional estadounidense: el poder ya no tiene un solo rostro.
Para los migrantes mexicanos, esta confrontación tiene implicaciones concretas. Si el gobierno federal decide castigar a la ciudad, los primeros en resentirlo serán quienes dependen de los programas municipales de salud, vivienda o educación. Pero también es cierto que Nueva York, bajo Mamdani, puede convertirse en laboratorio de resistencia: una ciudad santuario más decidida, con recursos locales para blindar a sus comunidades frente a las políticas federales de persecución.
Ahora hablemos del “Pueblayork”. Me refiero a la comunidad poblana de Nueva York, una de las más cohesionadas de la diáspora mexicana, que hoy tiene más razones para celebrar. Desde hace décadas, los poblanos han sostenido con su trabajo sectores esenciales de la economía urbana: restaurantes, construcción, servicios, transporte. Han levantado templos, clubes sociales y cooperativas que hoy son parte del tejido cultural de la ciudad. Mamdani no sólo los reconoce; los incluye en la narrativa central de su proyecto político.
Cuando afirma que su triunfo es de los “trabajadores invisibles”, los poblanos saben que habla de ellos. De quienes salen antes del amanecer a hornear pan, limpiar oficinas o conducir taxis. De quienes envían remesas y mantienen viva la economía local en ambos lados de la frontera. En una ciudad acostumbrada a la indiferencia, tener un alcalde que los nombre es, por sí mismo, un acto de reparación simbólica.
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