40 horas la farsa laboral que nos quieren vender
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Columna Horas Extras
Por Daniel Lee Vargas
Ciudad de México 13 de mayo 2025.- México podría adentrarse en un cambio laboral que promete transformar la dinámica de trabajo en el país: la reducción de la jornada laboral a 40 horas semanales.
A primera vista, la medida parece alinearse con modelos internacionales que han demostrado que trabajar menos no significa producir menos. Sin embargo, detrás de esta reforma se esconde una serie de desafíos que podrían determinar su éxito o su fracaso.
La iniciativa sigue atorada en el Poder Legislativo, y el cuento de las mesas de diálogo para abordarlo, solo, al menos en mi opinión, solo es un distractor, algo dilatorio.
Reducir la jornada debería significar trabajar mejor, no solo trabajar menos. Los datos respaldan la medida: países como Francia, España e Islandia han mostrado que disminuir las horas laborales puede mejorar la productividad y el bienestar. Pero en México, la estructura empresarial y las condiciones laborales presentan obstáculos que no se pueden ignorar.
Las empresas que han probado jornadas reducidas en otras partes del mundo han visto una mejora en la eficiencia laboral. Walmart de México incluso ha experimentado con este esquema sin ver una caída en la productividad. No obstante, la pregunta es clara: ¿cómo garantizar que la reducción no se traduzca en salarios más bajos o una carga de trabajo insostenible?

La automatización y la tecnología pueden jugar un papel clave en la transición, pero México sigue teniendo una fuerte dependencia del trabajo manual en sectores como manufactura y comercio. Si la reducción de horas no viene acompañada de inversiones en innovación, podríamos enfrentar un escenario donde los empleados simplemente terminan haciendo más en menos tiempo, sacrificando su bienestar.
Menos horas deberían traducirse en trabajadores más descansados, menos estrés y un mejor equilibrio entre la vida laboral y personal. Pero esto solo funcionará si se hace cumplir la nueva regulación. En un país donde la cultura del sobretrabajo está arraigada y donde muchos empleados laboran más de 48 horas semanales sin recibir compensación justa, reducir la jornada podría quedarse en una teoría sin impacto real.
Además, el riesgo de precarización es latente. Si las empresas ajustan salarios o extienden tareas sin mejorar condiciones, lo que parecería un avance podría convertirse en un nuevo obstáculo para los trabajadores. ¿De qué sirve reducir las horas si las empresas responden con recortes, más trabajo no remunerado o la eliminación de beneficios?
El gobierno ha propuesto una transición hasta 2030, lo que permite a las empresas reorganizarse. Pero si los grandes corporativos logran influir en esta implementación, podríamos ver cómo la medida se diluye con excepciones y concesiones que minimicen su impacto. La consulta con sindicatos y trabajadores debe ser vinculante, no simbólica. De lo contrario, el cambio quedará atrapado en negociaciones que beneficien a quienes ya tienen poder en el sector empresarial.
Reducir la jornada laboral es una oportunidad para modernizar el mercado laboral y mejorar la calidad de vida de millones de mexicanos. Pero si no se establece un marco claro de protección para los trabajadores, podríamos estar ante una reforma que, en lugar de traer bienestar, perpetúe la precarización.
La reducción de horas no es el fin de la lucha laboral. Es apenas el inicio de una discusión más profunda sobre derechos, condiciones dignas y un modelo de trabajo que realmente ponga a las personas en el centro. Si no exigimos que esta reforma vaya acompañada de una supervisión efectiva y políticas de compensación justas, estaremos celebrando una victoria vacía.
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