La nueva frontera de la deportación, el algoritmo como arma de Estado
- Cicuta Noticias
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Por Daniel Lee Vargas
Ciudad de México 15 de octubre 2025.- En silencio, sin decretos ni grandes anuncios, Estados Unidos está levantando una nueva frontera: la digital.
Según documentos oficiales obtenidos recientemente, el Departamento de Seguridad Nacional (DHS) busca contratar empresas privadas para operar centros de monitoreo permanente en Vermont y California, con un objetivo tan claro como inquietante: usar inteligencia artificial para rastrear, perfilar y eventualmente deportar.
Lo que se presenta como un avance tecnológico en nombre de la seguridad nacional es, en realidad, la expansión más ambiciosa del aparato de vigilancia migratoria en la historia reciente.
Los contratos incluyen el uso de algoritmos capaces de escanear millones de publicaciones diarias, el empleo de perfiles falsos del ICE infiltrados en grupos comunitarios, y la explotación de metadatos provenientes incluso de aplicaciones cifradas como WhatsApp.
Todo esto con un presupuesto inicial de 5,900 millones de dólares, parte de la llamada “nueva tecnología migratoria” impulsada desde Washington.
La lógica es perversa y sofisticada: convertir cada huella digital en una potencial pista de deportación. Ya no se trata solo de quién cruza la frontera, sino de quién comenta, publica o se relaciona con determinados grupos en línea. Lo que antes era un espacio de expresión, identidad y comunidad, hoy se transforma en una trampa algorítmica.
“Están construyendo una máquina de vigilancia sin precedentes”, advierte Alberto Fox-Cahn, del Proyecto STOP, al señalar que incluso el contenido compartido en grupos privados podría acabar en los sistemas de selección de objetivos del ICE. La amenaza no se limita a los indocumentados: alcanza a cualquier migrante, residente o ciudadano naturalizado que, por sus vínculos o su discurso, pueda ser etiquetado como “sospechoso digital”.
Empresas como Palantir, vinculadas al magnate Peter Thiel, ya juegan un papel central en esta infraestructura. Sus sistemas permiten cruzar información fiscal, médica y social en tiempo real, fusionando lo que antes eran bases de datos aisladas en una sola arquitectura de vigilancia integral. Lo que se vende como “innovación tecnológica” es, en los hechos, la privatización del control migratorio: el Estado delega a corporaciones el poder de decidir qué patrones, palabras o conductas son dignas de escrutinio.
En los barrios latinos de Miami, Los Ángeles o Houston, el miedo ya se siente. Abogados reportan consultas de clientes que preguntan si deben borrar fotos o comentarios políticos de años atrás. La Florida Immigrant Coalition lo llama por su nombre: “pesca arrastrera digital”. Una cacería masiva, sin causa probable, donde la inocencia ya no protege, porque el algoritmo no entiende de contexto ni de derechos.
Lo que emerge de todo esto es un nuevo tipo de frontera: una frontera invisible, tejida con códigos, datos y prejuicios. Una frontera que no se cruza a pie, sino con un clic. En esta era, el ICE no necesita derribar puertas; basta con acceder a la nube. Y lo que está en juego no es solo la privacidad, sino la esencia misma de la libertad.
Porque cuando el miedo entra por las redes, la democracia se queda sin voz. Hasta la próxima...
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