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“Dreams: sueños”, cuando el amor también es frontera

  • Foto del escritor: Cicuta Noticias
    Cicuta Noticias
  • 12 sept
  • 2 Min. de lectura

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Por Daniel Lee Vargas

Ciudad de México 13 de septiembre 2025.- Hoy quiero referirme a la cinta “Dreams: sueños” que se estrenó este jueves 11 de septiembre en nuestro país. ¿Por qué la mención? Porque el cine del mexicano Michel Franco nunca se ha limitado a contar historias; las disecciona.

En, su nuevo y brutal ejercicio narrativo, lo íntimo se convierte en espejo de lo político, y la cama en un campo de batalla donde la desigualdad se exhibe sin maquillaje.

La película abre con una imagen que quiebra el alma: un tráiler saturado de migrantes sofocados, cuerpos amontonados que buscan cruzar una frontera que para ellos significa vida, aunque el precio pueda ser la muerte.

La escena funciona como un recordatorio de que, en el siglo XXI, migrar sigue siendo un acto desesperado de sobrevivencia. Solo uno escapa. Y con él arranca el verdadero dilema: ¿qué ocurre cuando un sueño de libertad choca con los muros invisibles del privilegio?

Ese sobreviviente es Fernando, interpretado con intensidad por Isaac Hernández. Su historia se entrelaza con Jennifer (Jessica Chastain), heredera californiana de una fortuna filantrópica que administra proyectos artísticos y predica empatía hacia los migrantes… mientras ejerce sobre Fernando el control sutil, erótico y perverso de quien nunca ha tenido que luchar por respirar en un país ajeno.

Lo que Franco logra en esta cinta es incomodar. Nos recuerda que la desigualdad no solo se mide en ingresos o en papeles migratorios, sino en la manera en que una relación amorosa puede reproducir las mismas jerarquías que rigen a las naciones: una parte que posee, otra que depende; una que dicta las reglas, otra que suplica reconocimiento. Jennifer es al mismo tiempo benefactora y carcelera, mientras Fernando, con la dignidad de quien se sabe talentoso, busca algo más elemental que regalos o dinero: ser tratado como un igual.

Dreams: sueños no se queda en el melodrama. Bajo la fotografía sobria de Yves Cape, cada plano desnuda lo estructural: la frontera como cicatriz entre cuerpos, la racialización como telón de fondo de cada gesto, el poder económico como moneda que decide quién sueña y quién obedece. Franco no ofrece redenciones fáciles. Su conclusión, cruda y demoledora, deja al espectador frente a un espejo incómodo: ¿cuántas veces el discurso humanista oculta un acto de dominación?

La cinta es, en última instancia, una tragedia griega contemporánea. Una historia donde dos individuos luchan por preservar sus sueños, pero esos sueños se enfrentan al peso de la historia, de la desigualdad, de las fronteras visibles e invisibles que separan a México y Estados Unidos. Lo íntimo deviene político, lo erótico se convierte en denuncia, y el amor se revela como otra frontera imposible de cruzar sin pagar un precio.

Ver Dreams: sueños no es solo asistir a una película. Es aceptar una advertencia: mientras el privilegio se disfrace de empatía y las fronteras sigan definiendo quién merece soñar, todo romance entre el norte y el sur estará condenado a repetirse como tragedia.

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