La deuda moral que México sigue negando: la vejez invisible de sus migrantes
- Cicuta Noticias

- hace 2 días
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Por Daniel Lee Vargas
Ciudad de México, 21 de noviembre 2025.- México ha construido parte de su estabilidad económica, social y hasta política sobre el trabajo de millones de migrantes que, por décadas, sostuvieron con remesas, mano de obra barata y silencios impuestos, las grietas de un país que nunca les ofreció alternativas reales.
Hoy, la Red Nacional de Jornaleros y Jornaleras (NDLON), con apoyo académico de la UPAEP, vuelve a recordarnos una verdad incómoda: nuestros adultos mayores en Estados Unidos viven una vejez de abandono que no es casualidad, sino consecuencia directa de una política histórica de omisión.
El informe es contundente. La narrativa oficial celebra remesas récord, pero el Estado mexicano evade la pregunta fundamental: ¿qué ocurre con quienes enviaron durante 30 o 40 años cada dólar posible a sus familias y ahora, a los 65, 70 o más, sobreviven en el extranjero sin papeles, sin pensión, sin red de apoyo y sin país que los reconozca?
Para poner en perspectiva estimado lector: La edad promedio de los encuestados es de 69 años; casi un tercio lleva más de cuatro décadas viviendo en Estados Unidos, invisibles para ambas naciones. El 17% vive completamente solo, la mayoría mujeres. El 18% se identifica como parte de un pueblo indígena, lo que añade otra capa estructural de desigualdad. Siete de cada diez consideran que su calidad de vida empeoró en 2025.
Lo que el estudio muestra es un paisaje de precariedad normalizada: viviendas improvisadas en cuartos, garajes o bodegas; un 3% literalmente en situación de calle; ingresos que apenas alcanzan los 1,314 dólares mensuales en promedio; y un 17% sin ingreso alguno. Incluso quienes cuentan con algún seguro médico enfrentan gastos catastróficos. Y a ello se suma una crisis silenciosa de salud mental: ansiedad, insomnio, depresión y episodios de pánico que nadie atiende.
Y entre esta población golpeada, destacan cientos de poblanos y poblanas que migraron hace décadas y hoy enfrentan una vejez sin derechos. Puebla, estado expulsor histórico, vuelve a aparecer como reflejo y síntoma del problema nacional: México se beneficia de su diáspora, pero no la protege.
El planteamiento de NDLON es claro y legítimo: extender la Pensión del Bienestar a las personas mexicanas mayores radicadas en Estados Unidos, independientemente de su situación migratoria. No se trata de caridad, sino de justicia.
No es un gesto político: es una reparación mínima. Como señaló José Joel Paredes, representante de NDLON en México, esta demanda no nace de la improvisación, sino de “datos precisos y evidencia objetiva”.
El dato clave es lapidario: si estas personas recibieran el apoyo —equivalente a unos 300 dólares bimestrales—, lo destinarían a necesidades básicas: vivienda, comida, medicamentos. Es decir, permitiría amortiguar la precariedad que México contribuyó a producir.
Lo que es el informe, desnuda la hipocresía estructural con la que se aborda la migración: mientras el país festeja las remesas como triunfo nacional, ignora a quienes las generaron; mientras presume diplomacia consular, deja fuera a quienes más la necesitan; mientras habla de “no dejar a nadie atrás”, permite que quienes dieron todo vivan sus últimos años en soledad, enfermedad y pobreza.
La deuda no es solo económica: es moral, histórica y política. Y cada año que pasa sin una respuesta binacional, sin un programa integral de atención, sin un reconocimiento formal de esta población, es un año más de abandono institucional.
Los adultos mayores migrantes no autorizados sostuvieron por décadas la economía de México y de Estados Unidos, pero la vejez les llegó en el peor de los escenarios: sin papeles, sin ingresos, sin vivienda digna, sin salud, sin país. Esta deuda no puede seguir pagándose con discursos.
Si México quiere credibilidad internacional, coherencia en su política migratoria y decencia mínima con su propia gente, debe empezar por lo elemental: reconocer a sus mayores migrantes como parte integral de la nación y garantizarles lo que cualquier Estado responsable garantiza a sus ciudadanos, sin importar donde vivan.
La vejez no debería ser una condena. Mucho menos para quienes mantuvieron de pie a dos países. Hoy lo es porque México decidió mirar hacia otro lado.
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