Desigualdad, informalidad y abandono, el mercado laboral mexicano sigue fallando
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Columna Horas Extras
Por Daniel Lee Vargas
Ciudad de México, 30 de mayo 2025.- En pleno 2025, el mercado laboral mexicano sigue arrastrando dos fallas estructurales que minan el desarrollo económico, perpetúan la desigualdad y frenan el potencial productivo del país: la persistente informalidad laboral y la escandalosa brecha de participación entre hombres y mujeres. Son problemas de vieja data, pero su continuidad en el tiempo revela una ausencia inaceptable de voluntad política y de visión de largo plazo.
Al primer trimestre del año, la tasa de participación laboral de los hombres supera por 29.5 puntos porcentuales a la de las mujeres. Esta desigualdad no es un fenómeno natural ni inevitable: es el reflejo de un Estado que no ha asumido con seriedad su papel en la construcción de condiciones mínimas para garantizar la equidad.
México, ¿Cómo vamos? Dio a conocer un diagnóstico por demás amplio e interesante sobre POBREZA LABORAL, y en este refleja con datos duros la ausencia de un Sistema Nacional de Cuidados funcional y robusto que excluye de facto a millones de mujeres del mercado laboral remunerado.
Según el estudio, no se trata de falta de interés o capacidades: 2 millones de mujeres dijeron tener el deseo de trabajar, pero están atrapadas en contextos que se los impiden. La falta de políticas públicas que reconozcan y redistribuyan el trabajo de cuidados es, en los hechos, una política de exclusión.
La otra cara del rezago estructural es la informalidad laboral, que afecta a más de la mitad de la población ocupada (54.3%). No se trata solo de cifras: detrás de cada porcentaje hay personas sin acceso a seguridad social, sin protección laboral y con ingresos que, en promedio, son la mitad de los que se perciben en el empleo formal.
Más preocupante aún es que, lejos de disminuir, la tasa de ocupación en el sector informal creció un punto porcentual en comparación con el año anterior, ubicándose en 28.8%.
Estimado lector, este panorama demanda una respuesta contundente por parte del gobierno federal. La administración de la presidenta Claudia Sheinbaum tiene frente a sí la responsabilidad –y la oportunidad histórica– de romper con esta inercia.
Así pues, urge un programa integral de formalización que no se limite a sancionar o fiscalizar, sino que promueva condiciones reales para la transición hacia la formalidad en sectores clave: el agropecuario (8.9% de la población ocupada), el trabajo doméstico remunerado (3.7%) y el trabajo informal que subsiste incluso dentro de empresas e instituciones formales (12.9%).
El país también enfrenta una preocupante caída en la tasa de participación laboral general, que hoy se sitúa en 59.2%, por debajo de la registrada en 2024. El Semáforo Económico de participación laboral está en rojo, reflejo de un sistema que, en lugar de incluir, está expulsando o desincentivando a quienes quieren trabajar.
La reducción en la población ocupada (–119 mil personas) y el aumento en la población no disponible (más de un millón de personas) deben ser señales de alerta, no simples datos estadísticos.
Finalmente, las brechas salariales también persisten: el ingreso mensual promedio de los hombres es 1.2 veces mayor que el de las mujeres, y el ingreso promedio en el sector informal sigue siendo apenas la mitad que en el sector formal. Estas cifras son inadmisibles en un país que presume estabilidad macroeconómica y crecimiento sostenido.
La deuda con el mercado laboral mexicano no es técnica, es ética. No basta con informes y diagnósticos; se necesitan decisiones políticas valientes que coloquen a las personas en el centro. Invertir en cuidados, formalizar el trabajo, cerrar las brechas de género y garantizar condiciones dignas no son lujos ni utopías: son requisitos indispensables para un país que aspire a un desarrollo justo, sostenible y verdaderamente incluyente.
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