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Caso Bermúdez; Conspiración creíble

  • Foto del escritor: Cicuta Noticias
    Cicuta Noticias
  • 19 sept
  • 4 Min. de lectura

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Jaime Flores Martínez

Viernes 19 de septiembre del 2025.- Hay casos que huelen a impostura desde el primer fotograma: un detenido cuya cara “no cuadra” con las fotografías históricas; un traslado internacional con escalas inexplicables; una comunicación oficial que cae en gotas, cuando debería ser una cascada.

Esto es — en resumen— lo que dejó la captura y traslado de Hernán Bermúdez Requena, supuesto líder del grupo criminal La Barredora.

Hernán Bermúdez —alias “El Abuelo” o “Comandante H”— despachó como secretario de Seguridad de Tabasco y durante años fue señalado por inteligencia y medios como el artífice de la estructura criminal conocida como “La Barredora”, presunto brazo del CJNG dedicado al huachicol, extorsión y otros delitos.

Fue detenido en Paraguay y entregado a autoridades mexicanas tras una operación internacional que —según los comunicados— involucró a varias instancias de seguridad.

Esa detención y la vinculación con La Barredora fueron reportadas por medios nacionales e internacionales. 

Hay que subrayarlo que, sobre él, pesan órdenes por delincuencia organizada, secuestro agravado y otros hechos graves; de hecho, la fiscalía y la inteligencia lo buscaban desde principios de año y, según reportes, existía una orden de aprehensión desde febrero de 2025.

La pregunta sería ¿por qué en las redes y la prensa menor enloquecieron al especular sobre el “cambio de persona”?

Esa chispa se encendió al divulgarse las fotos oficiales liberadas por las propias autoridades pues —para muchos— las imágenes difundidas durante el traslado no se parecen —o, mejor dicho, no concuerdan con la imagen pública del Bermúdez de antes.

Cabello distinto, barba diferente, rasgos faciales que algunos tuiteros juraron no reconocer.

Las primeras imágenes oficiales circularon y —enseguida— surgió el meme de no es él” y la teoría conspirativa en cadena.

Que circulen fotos y videos con ángulos adversos o mala iluminación no ayuda, pero tampoco es explicación suficiente. 

La otra cosa que alimentó la conjetura fue la logística del traslado: el avión que llevaba al detenido hizo una escala prolongada en Colombia —reportes hablan de horas adicionales y reprogramaciones— un lapso de casi nueve horas que para muchos tiene más de interrogante que de explicación técnica.

¿Acaso se detuvo tanto tiempo por combustible, permisos de sobrevuelo, cuestiones médicas o papeleo diplomático?

Si acaso fueron tecnicismos aeroportuarios entonces se pueden justificar demoras; pero si el pasajero es un preso de alto perfil que viaja con una comitiva internacional y cámaras expectantes, esa explicación técnica no apaga la sospecha de montaje. 

Entonces, ¿qué pudo suceder realmente en esa escala? Aquí hay tres hipótesis ordenadas de la menos a la más inquietante —y acompañadas por lo que sería razonable exigir como prueba pública:

Primera.- Logística y permisos: los vuelos oficiales que trasladan detenidos requieren coordinaciones entre países, permisos de aterrizaje, cambios de plan por espacio aéreo o condiciones meteorológicas y, a veces, atención médica. Es la hipótesis menos dramática y la más probable si las autoridades entregan bitácoras y manifiestos de vuelo. (Explicación técnica plausible; solución: publicar registros). 

Segunda: Disfraz / apariencia alterada: un detenido puede tener el aspecto cambiado por afeites, sudaderas, rasurado, barba recortada o simplemente por el paso del tiempo y la cámara. Las autoridades publican fotos “oficiales” para acreditar la detención y la percepción pública se trastoca cuando el preso aparece distinto.

Esto no prueba sustitución, pero sí siembra dudas si no se acompaña de documentación biométrica.  Tercero: Sustitución o intercambio: la versión más grave —y la que los conspiranóicos celebran— sería que la persona entregada no sea Bermúdez sino un sustituto (un doble, un enfermo, o alguien manipulado), lo que implicaría una falla monumental en la cadena de custodia internacional y en los controles de identificación (huellas, rostro, ADN).

Para creerla no hace falta fe: hace falta evidencia contraria que hoy no ha sido mostrada.

Si hay dudas por fotos, la autoridad puede disiparlas de inmediato con lo obvio: exhibir cotejo de huellas digitales, cotejo de ADN, historial médico o comparativas biométricas entre las fotos del expediente y las nuevas imágenes. Hasta ahora, el silencio o la difusión parcial alimentan, no resuelven. 

¿Por qué esto importa más que la anécdota viral? Porque estamos ante un caso que pone en juego instituciones: el Ministerio Público, la FGR, la cooperación internacional y la propia cadena de custodia.

Si una foto no cuadra, el reclamo público no es sólo de curiosos sino un mandato ciudadano exigir transparencia.

Publicar fotografías no basta; hay que publicar pruebas técnicas que confirmen identidad y modo de captura.

Si el Estado está seguro, entonces la solución es sencilla y rápida, mostrar peritajes y —si no lo hace— la sospecha corre libre.

Finalmente habrá que señalar que Hernán Bermúdez no es un nombre cualquiera.

Su posición durante la gubernatura de Adán Augusto López y las sospechas de años hacen que la detención se convierta en una pieza de ajedrez político.

En ese tablero, la narración importa tanto como la evidencia.

Por eso el error —o el silencio— de comunicación se paga caro en percepción pública.

No hay duda que si la autoridad no cierra una narrativa con evidencias contundentes, el vacío lo llenan las especulaciones.

México, con un pasado de impunidad y montaje, abre la puerta para que los ciudadanos exijan pruebas irrefutables: cotejo de huellas y ADN, bitácoras de vuelo, custodia certificada y también las fotografías en alta resolución y en cadena de custodia demostrable. Mientras tanto, la pregunta seguirá ahí, punzante: ¿fue real la captura o el espectáculo de una captura? Y si fue real, ¿por qué las pruebas no llegan con la misma velocidad que los memes?

 
 
 

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