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Volver sin miedo, la caravana migrante como acto político de dignidad

  • Foto del escritor: Cicuta Noticias
    Cicuta Noticias
  • hace 12 minutos
  • 3 Min. de lectura

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Por Daniel Lee Vargas

Ciudad de México, 23 Diciembre 2025.- En un escenario internacional donde la migración hoy desgraciadamente se aborda desde la criminalización y el miedo, el regreso de miles de migrantes mexicanos a su país se ha convertido, paradójicamente, en un acto de valentía. La vigésima caravana organizada por Migrantes Unidos en Caravana ACÁ demuestra que la movilidad humana puede gestionarse con orden, seguridad y dignidad, incluso cuando los Estados han fallado en hacerlo de manera sistemática.

Hoy día la migración suele narrarse desde el castigo, la sospecha o el cálculo electoral, el simple acto de regresar a casa se ha convertido también en un gesto profundamente político.

El dato es elocuente: alrededor de 20 mil migrantes mexicanos han logrado regresar a su país de manera segura gracias a esta iniciativa. Pero más allá de la cifra, lo que interpela es el modelo. Un modelo que demuestra que la migración no tiene por qué gestionarse desde la criminalización ni desde la improvisación, sino desde la cooperación, la corresponsabilidad y el reconocimiento del migrante como sujeto de derechos.

En entrevista, para  el Canal 150 El Financiero Bloomberg,  @avelinomeza Avelino Meza, secretario general de @FuerzaMigrante, lo resume con claridad: la caravana es el resultado de una colaboración efectiva entre organizaciones de la sociedad civil y autoridades tanto de México como de Estados Unidos. Esa frase, que podría parecer protocolaria, encierra una verdad incómoda para muchos gobiernos: cuando el Estado falla, la sociedad organizada encuentra la forma de responder.

Durante años, los retornos de migrantes en temporada decembrina han estado marcados por el miedo: retenes arbitrarios, extorsiones, abusos de autoridad, accidentes en carretera y una sensación persistente de vulnerabilidad. Frente a ese escenario, la caravana no solo organiza el trayecto; reconstruye confianza. Confianza en que es posible transitar sin ser tratado como botín, sospechoso o mercancía.

Que la participación sea gratuita no es un detalle menor. En un ecosistema migratorio donde proliferan intermediarios, “gestores” y redes de corrupción que lucran con la necesidad, la gratuidad es un acto ético y político. Significa romper con la lógica del aprovechamiento y colocar al migrante en el centro, no como cliente, sino como ciudadano transnacional.

La implementación de medidas logísticas y de seguridad, así como la coordinación con fuerzas del orden, revela otro elemento clave: la migración ordenada no es sinónimo de migración controlada desde la represión, sino desde la planeación.

Cumplir las reglas de tránsito, mantener el orden y asumir responsabilidades compartidas no reduce derechos; los fortalece. Demuestra que el caos no es inherente a la movilidad humana, sino a la ausencia de políticas públicas serias.

En un contexto internacional cada vez más hostil —con discursos antimigrantes recrudecidos, muros simbólicos y reales, y políticas de deportación masiva— la caravana envía un mensaje que trasciende fronteras: la movilidad humana puede gestionarse con humanidad. No se trata de negar la complejidad del fenómeno migratorio, sino de enfrentarlo con soluciones reales, no con consignas vacías.

Resulta revelador que esta experiencia exitosa no haya surgido de una gran estrategia gubernamental, sino del trabajo constante de organizaciones migrantes que conocen el territorio, los riesgos y las necesidades reales de su comunidad. Fuerza Migrante y Migrantes Unidos en Caravana ACÁ encarnan una diplomacia social que muchas cancillerías han sido incapaces de ejercer: la diplomacia de lo concreto, de lo que salva vidas.

La caravana también desmonta otro mito persistente: que los migrantes solo “piden”. Aquí, los migrantes organizan, respetan normas, se coordinan y construyen soluciones colectivas. Son actores activos del desarrollo social y político, no sujetos pasivos de asistencia. Reconocer esto implica replantear por completo la narrativa dominante sobre la migración.

Volver a México por Navidad no debería ser un acto de valentía extrema; debería ser un derecho garantizado. Sin embargo, mientras ese derecho siga dependiendo más de la voluntad de organizaciones civiles que de políticas de Estado, la caravana seguirá siendo necesaria. Y seguirá siendo, también, un recordatorio incómodo de lo que los gobiernos podrían hacer —pero no siempre quieren— si colocaran la dignidad humana por encima del cálculo político.

En tiempos donde migrar y regresar se han vuelto sinónimos de riesgo, la caravana demuestra que otra forma de movilidad es posible. Una que no se construye desde el miedo, sino desde la cooperación. Una que no divide, sino que acompaña. Y, sobre todo, una que nos recuerda que ningún país debería expulsar a su gente… ni recibirla de vuelta como si fuera extranjera.

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