Sindicatos y migrantes, una alianza urgente frente al autoritarismo y la exclusión
- Cicuta Noticias
- 9 jun
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Columna Horas Extras
Por Daniel Lee Vargas
Ciudad de México, 10 de junio 2025.- En medio de una ola de redadas migratorias y una retórica institucional cada vez más agresiva en contra de los trabajadores indocumentados, algo profundo se está moviendo en el corazón de los movimientos laborales en Estados Unidos: la reconexión con sus raíces migrantes.
La reciente detención del presidente de SEIU California, David Huerta, durante una protesta contra las redadas del ICE en Los Ángeles, ha provocado una respuesta contundente por parte de sindicatos nacionales como la AFL‑CIO, AFSCME y NEA, que no solo han exigido su liberación inmediata, sino que han comenzado a articular una defensa colectiva del derecho migrante como derecho laboral.
No es un giro menor. Durante décadas, los grandes sindicatos estadounidenses mantuvieron una relación ambigua con la causa migrante, oscilando entre la solidaridad retórica y la omisión táctica. Pero los tiempos actuales, marcados por una persecución estatal sin precedentes y una precarización laboral cada vez más agresiva, han obligado a redefinir alianzas. La lucha por condiciones dignas de trabajo ya no puede desvincularse de la lucha contra la criminalización de las comunidades migrantes.
El arresto de Huerta no solo representa un atropello a la libertad de protesta; representa también una línea de ruptura. El liderazgo sindical ha comenzado a comprender que no puede haber justicia laboral sin justicia migrante, y que quienes sostienen la economía desde los campos, cocinas, hospitales y centros de distribución son, en muchos casos, los mismos que hoy están siendo perseguidos por atreverse a existir sin papeles.
Este viraje es también estratégico. Frente a una administración federal que promueve la militarización de las políticas migratorias, y que busca fragmentar al movimiento obrero a través del miedo, la respuesta unificada de sindicatos y organizaciones migrantes representa un contrapeso político y moral necesario. La convergencia entre lo sindical y lo migrante no es solo una cuestión ética; es también una táctica de supervivencia y una vía para reconstruir el poder popular desde abajo.
Organizaciones binacionales como Fuerza Migrante, por ejemplo, han sido clave en esta convergencia. Su labor de articulación entre la diáspora y las luchas locales ha permitido tender puentes entre liderazgos migrantes y estructuras sindicales tradicionales. En momentos en que la narrativa oficial busca dividir, Fuerza Migrante ha insistido en lo contrario: en sumar, en vincular, en organizar. Ha recordado que los derechos no tienen ciudadanía, pero sí historia y horizonte común.
Esta nueva etapa exige algo más que solidaridad simbólica. Exige la transformación del sindicalismo en una herramienta real de protección frente a la deportación, la explotación y el miedo. Exige que los contratos colectivos incluyan cláusulas de no discriminación migratoria, que las organizaciones obreras capaciten a sus bases sobre derechos migratorios y que se conviertan en refugios activos ante las redadas.
Porque mientras el poder se organiza para oprimir, los pueblos deben organizarse para resistir. Y hoy, más que nunca, la dignidad del trabajo pasa por reconocer al trabajador migrante como sujeto de derechos, no como objetivo de represión.
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