Migración forzada, una economía de explotación y clandestinidad
- Cicuta Noticias
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Por Daniel Lee Vargas
Ciudad de México, 7 de junio 2025.- En el contexto actual de la movilidad humana, se ha consolidado una estructura transnacional de explotación sistemática de personas migrantes, impulsada por políticas prohibicionistas que no solo obstaculizan la migración regular, sino que generan condiciones propicias para su clandestinización y mercantilización. Este modelo, funcional para diversos actores estatales, privados y criminales, constituye una economía circular en torno a la migración forzada.
Las políticas migratorias restrictivas no detienen la migración, sino que la obligan a transitar por rutas cada vez más riesgosas y clandestinas. Esta ilegalización no es fortuita: convierte a la persona migrante en un cuerpo sin derechos, expuesto a múltiples formas de explotación sin posibilidad de amparo legal. La clandestinidad, en este sentido, se convierte en un recurso altamente rentable.
Lejos de ser una falla del sistema, la precarización y criminalización de las personas migrantes se han vuelto pilares de una industria transfronteriza donde múltiples actores extraen beneficios:
Hablemos por ejemplo, de aquellos grupos criminales organizados que lucran con el tráfico y trata de personas, cobrando tarifas exorbitantes por el cruce de fronteras, el transporte o la supuesta “protección”.

También he de referirme a empleadores de economías sumergidas que obtienen mano de obra barata, desechable y sin derechos laborales, útil para sectores como la agricultura, la construcción o el trabajo doméstico.
Estados emisores reciben remesas que sostienen sus economías, sin asumir responsabilidad por las causas estructurales que expulsan a su población.
Asimismo, son los gobiernos receptores los que por conveniencia mantienen una fuerza laboral irregular que les permite contener demandas sociales y controlar políticamente el discurso migratorio.
Por otra parte, y por paradójico que parezca, el circuito migratorio irregular opera bajo una lógica comparable a la industria del turismo, en la que al migrante se le ofrecen —o se le imponen— bienes y servicios en cada fase del trayecto: transporte, alimentación, hospedaje, documentación falsa, sobornos, seguridad, entre otros. La diferencia es que aquí, el "cliente" no es libre ni deseado, sino tolerado en la medida en que genera beneficios y permanece invisible.
En este contexto, esta “industria del tránsito” convierte el sufrimiento migrante en mercancía: se vende protección en la ruta, acceso a redes de tráfico, y hasta acceso a ciertos derechos a cambio de pagos informales. Es un sistema donde cada etapa del desplazamiento está monetizada, y donde la vida humana se mide en función de su utilidad económica.
Desde una perspectiva internacionalista, este fenómeno deja en evidencia el debilitamiento del marco normativo internacional que debería garantizar la protección de las personas migrantes y refugiadas. Los instrumentos multilaterales, como la Convención sobre los Derechos de los Trabajadores Migratorios o el Pacto Mundial para una Migración Segura, Ordenada y Regular, carecen de mecanismos vinculantes y de voluntad política para su implementación real.
Aquí, el resultado es una arquitectura global que, en lugar de proteger, perpetúa la vulnerabilidad de quienes huyen de la violencia, el colapso ambiental, la persecución o la pobreza extrema. Se condena la migración irregular, sin atender sus causas estructurales ni ofrecer vías legales y seguras de movilidad.
La migración forzada no es una crisis humanitaria espontánea, sino el reflejo de un sistema global que produce y explota la irregularidad para obtener ganancias.
Es un fenómeno donde convergen intereses económicos, políticos y geoestratégicos, que convierten la clandestinidad en un negocio rentable. Urge una transformación integral del enfoque migratorio, que abandone la lógica de la criminalización y recupere la dignidad humana como principio rector. Ello implica no solo desmilitarizar las fronteras y garantizar derechos, sino también desmontar los pilares económicos que sostienen esta economía de la explotación. O, usted ¿qué opina? Hasta la próxima.
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