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Ausentismo escolar en Sinaloa es una Bomba

  • Foto del escritor: Cicuta Noticias
    Cicuta Noticias
  • 20 abr
  • 2 Min. de lectura

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Jaime Flores Martínez

Domingo 20 de abril del 2025.-La violencia en el Estado de Sinaloa no solo ha dejado una estela de inseguridad, de temor y de muerte, sino que cobra otra víctima: la educación.

El ausentismo escolar, de acuerdo con diversas versiones, supera ya el 40 por ciento en algunas regiones del estado.

Tan alarmante cifra pone en evidencia una crisis silenciosa que amenaza con consecuencias devastadoras a mediano y largo plazo.

Padres de familia han optado por no enviar a sus hijos a las escuelas ante el temor de enfrentamientos armados, balaceras o la presencia de grupos criminales en los alrededores de los planteles. En muchos casos, las autoridades educativas han tenido que suspender clases sin previo aviso, lo que genera incertidumbre tanto en docentes como en alumnos.

La inestabilidad ha afectado la continuidad del aprendizaje y ha minado la motivación de los estudiantes.

Esta situación se agrava al considerar que la actual generación podría emerger “académicamente desfasada”, es decir, sin los conocimientos ni las habilidades necesarias para competir en un entorno laboral cada vez más exigente.

Y es que el impacto no se limitaría al ámbito educativo; sino que se proyecta como una amenaza directa al desarrollo económico del país.

Una población joven sin preparación adecuada reduce la productividad, incrementa la informalidad laboral y debilita la innovación.

El rezago educativo derivado de la violencia crea un círculo vicioso que impide el crecimiento de sectores estratégicos.

Además, las desigualdades sociales tienden a ampliarse cuando las oportunidades de acceso al conocimiento se ven truncadas.

Sinaloa se encuentra en una encrucijada: o se garantiza la seguridad necesaria para que los estudiantes retornen a las aulas, o se acepta el costo futuro de una generación menos preparada.

La respuesta no puede postergarse.

El Estado y la Federación deben coordinar esfuerzos para restablecer condiciones mínimas de seguridad en zonas escolares, al mismo tiempo que implementan programas emergentes de recuperación académica.

Cada día sin clases representa una fractura más en el futuro del país.

Si no se actúa con decisión, el costo de la violencia no solo se medirá —como hasta hoy— en vidas o territorios sino también en una pérdida irreversible de capital humano.

 
 
 

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