Aislados en el silencio, ¿derecho a una llamada? Qué pasa
- Cicuta Noticias
- hace 1 día
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Por Daniel Lee Vargas
Ciudad de México 28 de mayo 2025.- Esto es una realidad y hay que considerarla. Paisano, ¡tómalo muy en cuenta! porque en pleno 2025, cuando la comunicación instantánea es parte esencial de la vida diaria, miles de ustedes cuando son detenidos por el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) en Estados Unidos enfrentan una paradoja cruel: tienen derecho a una llamada, pero muchas veces no tienen a quién llamar.
Hay que ponerlo en perspectiva; esta desconexión no es un accidente. Es parte de una maquinaria diseñada para deshumanizar, aislar y quebrar la voluntad de quienes, en su mayoría, lo único que han hecho es buscar una vida digna fuera de las fronteras que los expulsaron.
La advertencia de Laura Moreno, directora del área de Derechos Migrantes de la organización POC, lo pone muy en claro: la falta de memoria de apenas dos o tres números telefónicos puede significar la diferencia entre la libertad y el encierro prolongado. Esta situación no es menor ni anecdótica; es un reflejo del estado de indefensión jurídica y humana en que se encuentran los inmigrantes detenidos.
Memorizar un número o escribirlo en el cuerpo ha pasado de ser una precaución a una necesidad de supervivencia. Al ser arrestados —en operativos, lugares de trabajo o incluso en la vía pública— los migrantes pierden acceso inmediato a sus dispositivos móviles. Sin números memorizados, quedan atrapados en una burbuja de incomunicación que retrasa su liberación, complica su defensa legal y rompe el vínculo con sus seres queridos.
Y aunque ICE permite una llamada o el contacto con consulados, la realidad es que muchas veces esto no ocurre con la urgencia que el caso amerita. El sistema es lento, opaco, y en muchos casos deliberadamente inaccesible. Para cuando un inmigrante aparece en los registros, pueden haber pasado hasta 72 horas, tiempo en el que las familias viven una pesadilla de incertidumbre y angustia, sin saber si su ser querido está detenido, deportado o desaparecido.
El “Alien Number”, que debería facilitar los trámites migratorios, se convierte en una barrera más para aquellos que no lo conocen o que no pueden comunicarlo. La localización del centro de detención es otra odisea, y los consulados —pese a tener la responsabilidad legal y diplomática de brindar asistencia— operan con recursos limitados, tiempos de respuesta lentos y, en algunos casos, negligencia institucional.
No se trata solo de ineficiencia burocrática. Estamos ante una política estructural de aislamiento, que se vale de la vulnerabilidad del migrante para erosionar sus posibilidades de defensa. La criminalización del estatus migratorio, la opacidad en los procesos y la incomunicación sistemática son parte de una estrategia que normaliza la detención arbitraria y convierte la reclusión en una forma de castigo previo al debido proceso.
En n mayo de 2025, ICE ha detenido a más de mil inmigrantes, muchos con antecedentes criminales, pero también muchos cuya única “falta” es no tener papeles. Criminalizar la pobreza, la migración o el deseo de reunirse con la familia es un acto profundamente inhumano, y lo es aún más cuando el sistema los silencia, los oculta y los hace invisibles incluso para sus seres queridos.
Como internacionalistas, no podemos ignorar que este patrón de aislamiento representa una violación flagrante de los derechos humanos, consagrados en tratados y convenciones que Estados Unidos ha firmado y está obligado a respetar. El acceso a la comunicación, a un abogado, y a una defensa justa no son privilegios, son derechos universales. Y sin ellos, cualquier democracia se vacía de contenido.
Hoy, más que nunca, urge que las organizaciones civiles, los gobiernos de origen y la comunidad internacional presionen con firmeza. Que denuncien esta estrategia de silenciamiento forzado y que exijan mecanismos reales, inmediatos y eficientes para garantizar la comunicación, la representación legal y la transparencia en los procesos migratorios.
La incomunicación forzada no puede seguir siendo una herramienta del Estado. Memorizar un número no debería ser un acto de resistencia. Pero mientras el sistema continúe diseñado para callar y romper, incluso esos pequeños gestos se convierten en herramientas de dignidad y lucha.
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