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Trump, empleos y el gran autoengaño

  • Foto del escritor: Cicuta Noticias
    Cicuta Noticias
  • 30 abr
  • 2 Min. de lectura

Columna Horas Extras

Por Daniel Lee Vargas

Ciudad de México, 1 de mayo 2025.- Donald Trump ha vuelto a escena con la arrogancia de quien no aprende de la historia porque nunca le interesó entenderla. Desde Michigan —epicentro simbólico del trabajador estadounidense— prometió otra vez “recuperar los trabajos”, “proteger a los trabajadores de la automoción” y “hacer grande a Estados Unidos”. Pero esa narrativa grandilocuente, en la que los empleos regresan mágicamente y la nación se purifica expulsando inmigrantes, es tan peligrosa como vacía.

Porque si de verdad quiere proteger a los trabajadores, Trump debería empezar por agradecerles a los millones de migrantes —y en especial a los mexicanos— que sostienen silenciosamente la columna vertebral de la economía estadounidense. Ellos no son la amenaza, como intenta hacernos creer; son la fuerza de trabajo esencial sin la cual su “milagro económico” sería una fantasía hueca.

Los trabajadores mexicanos en Estados Unidos cultivan, construyen, ensamblan, cocinan, limpian, cuidan. Están en los campos agrícolas, en las plantas procesadoras, en los talleres mecánicos, en las fábricas, en los hospitales, en las ciudades y en los suburbios. Y lo hacen con jornadas extenuantes, salarios bajos y casi siempre sin derechos laborales plenos, muchas veces en condiciones que la propia ciudadanía estadounidense no estaría dispuesta a aceptar.

Pero en lugar de reconocer ese aporte innegable, Trump los convierte en chivos expiatorios.

Afirma que hay que acabar con la “inmigración ilegal” para salvar el empleo estadounidense, ignorando adrede que los sectores más intensivos en mano de obra migrante no compiten con el trabajador local: lo complementan, lo apuntalan, lo hacen posible. Eliminar a los migrantes no es proteger empleos: es condenar a la economía a un colapso silencioso.

¿Quién va a levantar las cosechas que abastecen los supermercados? ¿Quién va a mantener en marcha las fábricas de alimentos, textiles, herramientas y partes automotrices? ¿Quién va a hacer los trabajos que han sido sistemáticamente desvalorizados pero que son vitales para el funcionamiento cotidiano del país?

La gran hipocresía del discurso de Trump es que defiende al trabajador mientras ataca al que trabaja. Dice querer salvar empleos, pero no duda en desmantelar regulaciones, debilitar sindicatos, y bloquear beneficios sociales para quienes más lo necesitan. Su "proteccionismo" no protege: segrega. Su "nacionalismo económico" no eleva: excluye.

Y en el fondo, lo más perverso de esta narrativa es su intencionalidad: dividir para reinar. En lugar de unir a los trabajadores en una lucha común por mejores condiciones, los enfrenta, los jerarquiza por su lugar de nacimiento, por su estatus migratorio, por su color de piel. Y en ese juego, los mexicanos —con o sin papeles— siempre son el blanco favorito.

Hoy más que nunca, es necesario desmontar ese relato con hechos, con datos, pero también con dignidad. Porque si Estados Unidos quiere verdaderamente ser grande, tendrá que empezar por reconocer y valorar a quienes lo han hecho grande con sus manos, con su esfuerzo y con su silencio: los trabajadores migrantes, los trabajadores mexicanos.

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